Por las hermanas Hna. Angélica Venegas Ponce y  Ma. Magdalena Mariano García, Clarisas Capuchinas

1.- MONICIÓN DE ENTRADA

Hermanas al iniciar hoy esta Hora Santa recordemos lo que llevo a Santa Clara a vivir intensamente esta piedad eucarística.

Santa Clara de Asís vive en la época del siglo XIII, en la cual se despliega fuertemente el culto a Cristo presente en la Eucaristía. Esta piedad del pueblo de Dios, motiva a Clara a vivir en plena comunión de fe con la Iglesia, ya que ella no podía permanecer indiferente a ese progreso que hallaba; siendo, además, ella tan dócil a la enseñanza de la Iglesia, particularmente en materia de sacramentos, no pudo menos de sentirse impulsada en su deseo por vivir en este clima de devoción al Cuerpo de Cristo; también es importante mencionar, un amplio eco en las aspiraciones de su corazón y en el ejemplo de san Francisco de Asís.

No olvidemos hermanas que la piedad de Clara se ampliaba, a partir de la persona de Cristo, reconocido y frecuentado en su presencia eucarística, por ello podemos decir gustosas, como sus hijas, que Clara es reconocida como una difusora entrañable de la piedad eucarística, y por ello, es llamada “la mujer de la eucaristía”; tal como la iconografía confirma este título.

Hermanas en nuestro deseo de adorar a Jesús presente en la Eucaristía, las invito a ponerse en la presencia de Dios, con un corazón dócil y dispuesto a vivir una hora de encuentro y de máxima comunión con Cristo Eucaristía.

2.- CANTO Y EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO.

(Breve pausa para una reflexión y adoración en silencio o rezar la estación.)

3.- LECTURA EVANGÉLICA

(Jn. 6, 51-58)

“Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo”.

Discutían entre sí los judíos y decían: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

Jesús les dijo: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre”. (Jn. 6, 51-58)

4.- SALMO RESPONSORIAL

(Salmo 44)

v Llega el Esposo, salid a recibir a Cristo, el Señor.

Escucha hija, mira, inclina el oído

Olvida tu pueblo y la casa paterna:

Prendado está el rey de tu belleza,

Póstrate ante él, que él es tu Señor.

v Llega el Esposo, salid a recibir a Cristo, el Señor.

Ya entra la princesa bellísima,

Vestida de perlas y brocado;

La llevan ante el rey con séquito de vírgenes;

La siguen sus compañeras.

v Llega el Esposo, salid a recibir a Cristo, el Señor.

Las traen entre alegría y algazara,

Van entrando en el palacio real.

v Llega el Esposo, salid a recibir a Cristo, el Señor.

5.- LECTURA CLARIANA

(3Cta.1-23)

A la hermana Inés, su reverendísima señora en Cristo y la más digna de ser amada de todos los mortales, hermana del ilustre rey de Bohemia, pero ahora hermana y esposa del supremo Rey de los cielos, Clara, humildísima e indigna esclava de Cristo y sierva de las Damas Pobres, le desea los gozos de la salvación en el autor de la salvación y todo lo mejor que pueda desearse.

Reboso de alegría por tu buena salud, por tu estado feliz y por los prósperos acontecimientos con los que entiendo que te mantienes firme en la carrera emprendida para obtener el premio celestial, y respiro saltando de tanto gozo en el Señor, por cuanto he sabido y compruebo que tú suples maravillosamente lo que falta, tanto en mí como en mis otras hermanas, en la imitación de las huellas de Jesucristo pobre y humilde.

Verdaderamente puedo alegrarme, y nadie podría privarme de tanta alegría, cuando, teniendo ya lo que deseé ardientemente bajo el cielo, veo que tú, sostenida por una admirable prerrogativa de la sabiduría que procede de la boca del mismo Dios, echas por tierra de manera terrible e inopinada las astucias del taimado enemigo, y la soberbia que arruina la naturaleza humana, y la vanidad que vuelve fatuos los corazones humanos, y cuando veo que abrazas estrechamente con la humildad, con la fuerza de la fe y con los brazos de la pobreza, el incomparable tesoro escondido en el campo del mundo y de los corazones humanos, con el que se compra a Aquel por quien fueron hechas todas las cosas de la nada; y, para usar con propiedad las palabras del mismo Apóstol, te considero colaboradora del mismo Dios y apoyo de los miembros vacilantes de su Cuerpo inefable.

¿Quién, por consiguiente, me dirá que no goce de tantas alegrías admirables? Alégrate, pues, también tú siempre en el Señor, carísima, y que no te envuelva la amargura ni la oscuridad, oh señora amadísima en Cristo, alegría de los ángeles y corona de las hermanas; fija tu mente en el espejo de la eternidad, fija tu alma en el esplendor de la gloria, fija tu corazón en la figura de la divina sustancia, y transfórmate toda entera, por la contemplación, en imagen de su divinidad, para que también tú sientas lo que sienten los amigos cuando gustan la dulzura escondida que el mismo Dios ha reservado desde el principio para quienes lo aman. Y dejando absolutamente de lado a todos aquellos que, en este mundo falaz e inestable, seducen a sus ciegos amantes, ama totalmente a Aquel que por tu amor se entregó todo entero, cuya hermosura admiran el sol y la luna, cuyas recompensas y su precio y grandeza no tienen límite; hablo de aquel Hijo del Altísimo a quien la Virgen dio a luz, y después de cuyo parto permaneció Virgen. Adhiérete a su Madre dulcísima, que engendró tal Hijo, a quien los cielos no podían contener, y ella, sin embargo, lo acogió en el pequeño claustro de su sagrado útero y lo llevó en su seno de doncella.

¿Quién no aborrecerá las insidias del enemigo del género humano, el cual, mediante el fausto de glorias momentáneas y falaces, trata de reducir a la nada lo que es mayor que el cielo? En efecto, resulta evidente que, por la gracia de Dios, la más digna de las criaturas, el alma del hombre fiel, es mayor que el cielo, ya que los cielos y las demás criaturas no pueden contener al Creador, y sola el alma fiel es su morada y su sede, y esto solamente por la caridad, de la que carecen los impíos, como dice la Verdad: El que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré, y vendremos a él, y moraremos en él (Jn 14,21.23).

6.- REFLEXIÓN

(Breve pausa para una reflexión personal en silencio)

7.- ORACIÓN ALTERNADA

v Guía: Señor estamos delante de Ti sabemos que nos escuchas, haz que iluminadas con aquella luz de tu amor que llevo a Clara a penetrar en el misterio de la Eucaristía podamos con ella repetir:

v Todas: ¡Atráeme! Correremos al olor de tus perfumes, ¡oh Esposo celestial!, correré y no desfalleceré hasta que me introduzcas en la bodega, hasta que tu izquierda este bajo mi cabeza y tu derecha me abrace deliciosamente, y me bese con el ósculo felicísimo de tu boca.

v Guía: Tú ¡oh reina, esposa de Jesucristo! Mira diariamente este espejo y observa constantemente en el tu rostro y a una voz con el Espíritu así clama y gime:

v Todas: No te olvidare jamás, y mi alma agonizara dentro de mí.

v Guía: Dichosa tu quien le ha sido dado alimentarse en el Sagrado Banquete y unirse en lo más intimo de su corazón a Aquel cuya belleza admiran sin cesar las multitudes celestiales cuyo afecto produce afecto, cuya contemplación da nueva fuerza.

v Todas: Señor concédenos salir a tu encuentro con las lámparas encendidas de nuestras almas y con la fuerza del pan de vida podamos ser fieles, con andar apresurado y paso ligero sin que tropiecen nuestros pies y nadie pueda apartarnos de nuestro propósito.

v Guía: ¡Oh tu dulcísima madre santa Clara! Alma enamorada de Jesucristo Eucaristía que con profunda certeza presentaste los principales rasgos de su imagen, permítenos contigo contemplarlo.

v Todas: Señor deseamos mantener la mente fija en el espejo de tu eternidad, dejando que nuestra alma se sumerja en el esplendor de tu gloria, deseamos también que nuestro corazón este en Ti que eres la figura de la Divina Sustancia, para transformarnos totalmente por la contemplación de tu divinidad.

v Guía: Sed, pues, fiel a vuestro divino Esposo, y tened la seguridad de que recibiréis en recompensa la corona de la inmortalidad. El tiempo de la prueba es breve, y el premio será eterno.

v Todas: Señor haz que fortalecidas con el pan de vida vivamos unidas a Ti en cuerpo y alma.

8.- CANTO

“Ama totalmente…”  (Cantoral Santa Clara pág. 138)

9.- PRECES

Como hijas de Santa Clara tenemos el deber de elevar nuestra oración ante Jesús Eucaristía por el mundo y por su salvación, por ello digamos con confianza:

v Todas: Jesús Eucaristía, Escúchanos.

§ Por la Santa Madre Iglesia Católica, para que celebre con fe el sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo y se vea enriquecida con sus dones. Oremos

§ Por el Papa, los obispos y sacerdotes, ministros de la Palabra y de la Eucaristía, para que ofrezcan abundantemente el alimento necesario a quienes tienen hambre de Cristo. Oremos

§ Por los gobernantes, los hombres de empresa y los dirigentes políticos para que se esfuercen en crear puestos de trabajo y todas las familias: vivan humanamente. Oremos

§ Por las comunidades cristianas, para que centren en la Eucaristía todas sus actividades pastorales como su fuente y cumbre. Oremos

§ Por los enfermos y moribundos, para que sean alimentados y confortados por la fuerza de la Eucaristía. Oremos

§ Por todas nosotras, para que, fieles al espíritu eucarístico, nos dediquemos a la adoración y a la contemplación de Aquel que reclinado en un pesebre quiso darnos ejemplo de humildad. Oremos

10.- ORACIÓN DE AGRADECIMIENTO

Clara completamente entregada y abandonada en Jesús Eucaristía, penetraba cada vez más profundamente en su intimidad, saciaba su sed de amor y alimentaba su voluntad de traducir toda su vida en agradecimiento por los dones recibidos. A imitación de ella te decimos Señor:

v Todas: Gracias por el don de la vocación que hemos recibido y seguimos recibiendo de nuestro benefactor el Padre de las misericordias.

v Todas: Gracias porque tu presencia en la Eucaristía no me esconde quien Eres, me descubre tu amor que me acompaña, amor entregado, amor humilde, amor ahora renovado.

v Todas: Gracias, Jesús Eucaristía, por tu bondad, que tan generosamente derramas en mi vida, y a pesar de mis infidelidades, faltas y pecados, tu amor y misericordia no cesan de auxiliarme y bendecirme.

v Todas: Gracias porque a través de tu Santísimo Cuerpo y tu Santísima Sangre, me concedes la fortaleza espiritual y humana, para seguir en tu servicio.

v Todas: Gracias por crearnos, enséñanos a reconocer nuestra pobreza para vivir en la pequeñez.

v Todas: ¡Jesús Eucaristía! Sé tú mismo quién dé gracias por mí, con tu corazón de hombre perfecto, de supremo adorador del Padre, de dócil instrumento en la acción santificadora del Espíritu Santo.

11.- CANTO

“Gracias porque me creaste…” (Cantoral Santa Clara pág.224)

12.- ORACIÓN FINAL

Madre Clara que tu luz luminosa y pura nos ayude a consagraros eternamente al amor de Jesús Eucaristía. Y por la especial devoción que tributaste a Jesús Sacramentado y por el cual salvaste a las hermanas y a la ciudad de Asís de los bárbaros que la amenazaban, concédenos la gracia de preferir la pobreza a la riqueza, la mortificación al placer y especial devoción al Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, para llegar a obtener la gloria del reino celestial. Por los siglos de los siglos. Amén.

13.- CANTO EUCARÍSTICO

(Opcional)

Reserva del Santísimo Sacramento